domingo, 12 de abril de 2009

El Beso

beso


Personajes: Un hombre y una mujer.


Locaciones: Un cuarto y un parque con un lago.

Soundtrack: “The Kiss” – The Cure. (http://www.youtube.com/watch?v=yshUFah31iQ)

Título: “El Beso”. A veces benditos, a veces malditos.


Tomó su brazo para detenerla, y la besó. En realidad quería dejarla ir, pero no pudo contenerse ante esos labios rojos y carnosos que le invitaban a posar los suyos, para luego, bocas entreabiertas, dejar bailar sus lenguas. A veces un vals, a veces unos tambores caribeños. Le tomó con firmeza por la cintura, y sabía que no debía, no le era ajeno el peligro que corría. Cuando trató de esquivar el segundo beso, ya era tarde, y su cuerpo no reaccionó, o más bien podríamos decir, que reaccionó en favor de ella.


Sus manos, poseídas en deseo, la apretaron contra su cuerpo. Pensamientos difusos. Trató de mirar, y unas palabras al oído, quién sabe cuales, le hicieron desistir. A ciegas palpó cada parte de su cuerpo, mientras el corazón bombeaba más duro, y la piel se le erizaba al tiempo que vivía fuertes contracciones. Ella respondía en su cuello, en su pecho, en la parte baja de su espalda, y no se detuvo.


Las horas se montaron en una nube, y flotaron sin ser percibidas. Cuando todo acabó, se vistió rápido, y huyó despavorido. Ella, con una sonrisa, lo dejo marcharse, no sin antes asegurarle, volverás.


El sol, castigaba su espalda, mientras él corría en busca de algún lugar seguro, pero no había tal cosa, no existía un lugar al que pudiese llamar hogar. Ni siquiera, aunque llovía por dentro, pudo llorar. Sentado en el banco del parque, busco claridad en sus pensamientos, no quería librar batallas, que se habían perdido antes del sonido de tambores y trompetas. El humo del cigarrillo, bailaba suave, tratrando de ocultar su rostro.


Algo en su interior cambió, y aunque no podía apreciarse a simple vista, sabía que había una transformación. Hay quien piense que fue producto de la meditación, en lo particular, me gusta pensar que solo fue la brisa, que daba de lleno en su rostro. La verdad es que no importa mucho. Se levantó, y camino hacia el lago. Al llegar, hundió su rostro bajo el agua, solo Alfonsina podía hacerlo caminando, pensó. Las burbujas, salían de su boca, de menos a más, de más a menos. Desesperación.


Se despertó de súbito, seco, sin lago y sin parque, sólo las sábanas revueltas, y esos labios rojos y carnosos otra vez, y entre valses y tambores, un corazón bombeando, y el tiempo reposado sobre nubes. Se sintió morir.

El Gordito

Arbol mango

Personajes: Un niño gordito, un labrador, un perro callejero, una señora y ¿Otro perro?

Locaciones: La cocina de una casa. El patio delantero de una casa. Un callejón.

Soundtrack: “Entrée March” – Isaac Dunayevski. (http://www.youtube.com/watch?v=9apQS9ktNZ4)

Título: “El Gordito”.

Apuesto que saben la historia del niño que comió comida para perros. Era un gordito muy simpático, de mejillas rosadas y ojos grandes y despiertos. Un gordito en franela sucia, shores cortos y medias negras. Un gordito dulce y travieso, nunca en exceso, es decir, ni tan dulce, ni tan travieso, lo normal para un gordito de su edad.

No sería justo pensar que por gordito lo probó ¿Cómo saberlo?. Lo cierto es que lo hizo, y no es nuestra tarea juzgarle. De inmediato se fue a tumbar mangos en el árbol que adornaba la entrada a su casa. Su perro, un viejo labrador de dorado pelaje, llamado Rosendo, se sentó un rato, a verlo recoger aquellos manjares tropicales.

Al cabo de un rato, el perro se le acercó meneando la cola y dijo: ¿me regalas un mango?, el niño palideció del susto y miró al animal con incredulidad. Con la mano temblorosa, le acercó el fruto, mientras el perro, o Rosendo, como prefieran, con la lengua afuera y salivando, esperaba ansioso. Gracias, le dijo antes de dar la primera mordida. El gordito se frotó los ojos como queriendo despertar de un extraño sueño, pero no, todo era real, su mascota le estaba hablando.

Muerto de miedo, pero vencido por la curiosidad, se le acercó. ¿Cómo es qué me hablas?, Siempre lo he hecho, solo que no me entendías, ¿Y por qué ahora si puedo?, y ¿cómo me lo vas a preguntar a mí? Si solo soy un perro, dijo mientras continuaba dándose banquete. El gordito, estupefacto, recordó su acto, digamos para nuestros efectos, de curiosidad. Volvió para leer, todas esas letritas en el empaque, y nada encontró. Que raro, pensó, no sin antes tomar un puñado más grande en su boca, que masticaba groseramente mientras repesaba los últimos acontecimientos, por demás extraños.

Salió directo a la calle, y se encontró a un perro hurgando en la basura. Tenía el pelaje sucio, y a simple vista se notaba que estaba muy mal alimentado. ¡Hey tú!, le dijo. El perro no hizo caso. No funciona, pensó en voz alta, y se dió vuelta defraudado. En ese momento escuchó, ¿me hablabas a mí?, lleno de alegría se dio vuelta, y le dijo, si, si, ¿tienes hambre?, te invito un mango, ¿Un mango?, si, es que si vuelvo a robar comida de la nevera a deshora, mi mamá me dará un par de nalgadas, en cambio, el árbol está ahí. Con el hambre que tengo, no puedo decir que no, vamos.

Rosendo les vió llegar, si me preguntan, podría asegurar que parecía sonreir, pero al igual que todos ustedes, estoy seguro de que los perros son incapaces de tal acto. Ya los tres en el patio, estuvieron charlando largo rato, uno movía la cola, otro devoraba mango tras mango, mientras el último personaje, del peculiar trío, con las mejillas inyectadas en sangre, reía placenteramente, junto a una gran bolsa de comida para perros, comiendo sin parar.

¿Quién cuenta las horas cuándo se la pasa bien? Lo que puedo asegurar es que la sombra había cambiado de lugar cuando salió la señora con el delantal. ¡Sale perro!, y un mango a medio comer. ¡Entra Rosendo!, y una cola buscando refugio entre las piernas. Agachada junto a una bolsa de alimento para perros a medio vaciar, cerca del gran árbol de mango, lo levantó, ¿Y este perrito? Ay, está bello, porque es gordito.

El espejo (El, el Gallo y los Hombres)

espejo,gallo


Personajes: Un hombre, un gallo, varias gallinas, y varios hombres.


Locaciones: Una casa de campo, un corral y una taberna.

Soundtrack: “The Man Who Sold The World” – David Bowie. (http://www.youtube.com/watch?v=LSnXjE66tvQ)

Título: “El espejo (El, el Gallo y los Hombres)” Extraído de una pesadilla.

El:

Todas las mañanas se miraba en el espejo, su reflejo, su sonrisa, su mirada, sus muecas, sus defectos.

El espejo, limitado, solo podía mostrarle el cuerpo y nada más.

Al afeitarse, al cepillar su pelo, después de bañarse, las pasadas casuales eran momentos para acariciarse con sus ojos. El espejo siempre estaba allí, dispuesto, quieto.

No notaba el inminente paso de los segundos ante la imagen propia reflejada. El espejo le robaba tiempo, y solo le devolvía un reflejo.


El hombre dejó de ser hombre por verse tanto en el espejo, aquel diabólico reflejo bloqueó la razón y lo lleno de vanidades. Se sintió asfixiado. Ojos inyectados en sangre, un derrumbe de su anatomía. Golpe y suelo.


El Gallo:

Imponente paseaba su pintoresca cola por entre el gallinero, altivo, arrogante, se sabía dueño del lugar.

Las gallinas tímidamente picoteaban el suelo en busca de granos y/o insectos, levantando el cuello de vez en cuando para observar al vigilante gallo.

El gallo, cuyo trabajo consistía en anunciar el alba y preñar a las gallinas, caminaba ocioso, sin rumbo.

Un día el gallo, obstinado de la tarde más calurosa de su vida, se aventuró, quién sabe por qué, dentro de la casa del amo.

Caminando por aquel pasillo, ya no se le veía tan seguro. Al llegar al cuarto del amo, le encontró tirado en el suelo, desnudo y con espuma en la boca.

El gallo le ignoró, su atención estaba centrada en su cola, majestuosamente reflejada en el espejo que bajaba desde el techo hasta el suelo. Le falto el aire. Sangre en los ojos.

Los Hombres:

Entre risas beodas y con las mejillas sonrosadas, estaban sentados alrededor de una mesa de madera en la taberna. La bebida abundaba en las copas y en sus torrentes sanguíneos.

Entre sus vapores etílicos, se preguntaban por su amigo. Hacía días que no le veían y ya le habían notado un comportamiento muy extraño las semanas anteriores.

Preocupados por su ausencia, y en medio de una paranoia borracha, salieron decididos a encontrarlo. Se armaron con escopetas, herramientas de campo, palos y linternas y se adentraron por el camino sabanero que les conducía a la casa de aquel hombre. Los grillos cantores y las brillantes luciérnagas, les acompañaban.

Con la escasa luz de las linternas quebrantaron levemente la oscuridad. El sudor del alcohol y de quien sabe que más, empapaba sus camisas..

Al entrar al cuarto, se encontraron con la horrible escena: La mano de su amigo apenas se dejaba ver cerca de la cola de un gallo y encima de ambos, cientos de gallinas yacían muertas con los picos colmados de espuma. En la pared había un espejo. No tuvieron tiempo de decir nada, algo bloqueó sus gargantas y presionó sus rostros. Ojos rojos.