miércoles, 2 de julio de 2008

No volveré a sonreír

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Personajes: Un viejo pescador, un joven pescador, una señora entrada en edad, varios pescadores

Locaciones: Una bahía (pongamos que hablo de Juan Griego), mar adentro, la playa.

Soundtrack: “The same deep water as you” - The Cure (http://www.youtube.com/watch?v=LJM2GhkR_RY)

Título: “No volveré a sonreír” frase del relato “Eva esta dentro de su gato” del libro “Ojos de perro azul” de Gabriel García Márquez.

La luna nacarada brillaba sobre las oscuras y profundas aguas del océano. Claramente se escuchaban las pequeñas olas espumeantes al levantarse brevemente y estallar en contra la arena y rocas en la orilla. Las mismas pequeñas olas que segundos más jóvenes acariciaban la madera de los peñeros, ya casi dispuestos a adentrarse en la mar. En procesión iban llegando los pescadores, cargando recipientes con gasolina, mecates, tobos con carnada, redes, anzuelos, cuchillos y otras herramientas propias del antiguo oficio.

El viejo del sombrero de paja y la vieja camisa blanca abotonada hasta la mitad era uno de los más experimentados. Llevaba años adentrándose en aquellas aguas siendo de los más bravos pescadores de la bahía, aunque a decir verdad, cada madrugada, cuando sentado en la cama junto a su esposa, con las manos en sus rodillas y el mentón pegado al pecho, al tiempo que murmuraba la misma plegaria de siempre (y que solo el conocía), sentía aquel desfile de cosquillosas chispitas que le recorrían las piernas, para trepar por su espina dorsal y terminar en un pequeño espasmo que desaparecía en su cabeza luego de una extraña caricia. Siempre tuvo conciencia del mar.

Caminaba con dificultad, arrastraba en cada pisada el peso de los recuerdos, de las miles de historias enmarcadas en el misterioso mar, de las miles de historias vividas en el misterioso corazón de la gente. Su piel, o lo poco que exhibía de ella, reseca, pegada al hueso, era la consecuencia de años enfrentando no solo al mar, sino también a un siempre sonriente sol. Sus manos, aunque huesudas, eran grandes y fuertes, y su mirada cansada, honda, como las palabras que pronunciaba, que si bien eran escasas, resultaban muchas veces definitivas. Muchacho, trae la red. El ayudante, joven, delgado, moreno, de cabello rapado, se apresuraba dando brincos en el agua con sus pantalones arremangados y el torso cubierto con una vieja camiseta. Enciende el motor, es hora. Y se fueron en busca de la línea del horizonte, invadiendo la quietud, seguidos de decenas de embarcaciones mas, ruido de motores, olas artificiales en el mar.

La sangre y el agua salada en que se sumergían los pies descalzos de ambos hombres, daban fe de lo buena que estaba siendo aquella noche. Pescados apilados en dos cestas se interponían entre el viejo, sentado junto al motor, y el joven, que le daba la espalda a la proa. Buena pesca tomando en cuenta que hay luna llena, buena pesca, ¿verdad maestro? El viejo, en silencio, asintió con la cabeza, siguió hundiendo sus pensamientos en el mar. El suave sonido del agua golpeando la embarcación, les acompañó el resto de las horas. El viejo estaba distinto, siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero no como hoy, nunca como hoy. El joven, un tanto inquieto, insistía en su charla. El viejo, con paciencia le escuchaba, participaba brevemente, prefiriendo las afirmaciones y negaciones gesticuladas al discurso y la conversación. Luego de un prolongado y profundo silencio, el viejo dijo al aire. Ya estas listo.

Un negro océano con un reflejo de plata, que llego por un lado y poco a poco fue desapareciendo por el lado opuesto, ambientó la callada noche que pasaron ambos pescadores, hasta que en el mar se fue abriendo paso, una línea naranja, como de fuego que terminó por incendiar al cielo en un espectáculo que algunos aseguran, es obra de Dios.

Con el regreso del sol, se veían venir a lo lejos, todos los peñeros, que junto al sol y al mar, reproducía naturalmente el mismo cuadro que tantos pintores han pintado en el pasar de los años. El joven y el viejo, como cada día, punteaban al grupo. En la orilla, dentro de un vestido de hermosas e imaginarias flores, esperaba una morena mujer bastante entrada en edad, una mujer que desafiando a la naturaleza, aun lograba atesorar unos cuantos rastros de belleza. Era la esposa del viejo. Mientras el joven lidiaba con las cuerdas, el pescador se le acercó a la mujer, tomo sus dos manos con las suyas huesudas. Finalmente me retiro, ahora podrás dormir mas tranquila. Pero, pero si el mar es tu vida, pero... la sonrisa del viejo se abrió como una ventana por la que entra mucha luz. Puedes estar tranquila negra, antes yo decía: “sin el mar, no volveré a sonreír”, pero aun te tengo a ti, aún puedo meter mis pies en el mar.

4 comentarios:

Jenny Marques Rodrigues dijo...

no puedo negarlo, amo los finales felices de amor mutuo y correspondido...
que tu rafaga de ideas siga desbordada...
ILY

Genesis dijo...

Qué distinta la lectura sin la música y con ella... insisto en que tienes buen gusto en la música jajaja...´Qué bien escoges el fondo!!
Un relato lindo, realmente lindo! Aunque prefiero tu lado oscuro jajaja...
Estoy modo TANG: Quiero mas!

Nautrom dijo...

ajajajaja sacaste tu lado romántico xD, sin embargo, me gustó el cuento, aunque me hizo falta escuchar la canción =/, y planteaste un tema interesante xD la reflexión de dejar de hacer lo que más le gusta y que por tanto tiempo le llenó por estar al lado ya tranquilo con su mujer. Decisiones que no son faciles pero suelen ser sabias.

Te felicito amigo = )

sol salas dijo...

guaoooooo!!!! muy GABO!!!
profundo, y un final lindo!!!.
sigue publicando asi me encanta.
quiero un autografo