Personaje: Una Señora de cabello de plata.
Locación: Una Casa en el pueblo.
Soundtrack: “Canción para mi muerte”- Sui Generis (http://www.youtube.com/watch?v=8k-eX3rF8xM)
Título: “los funerales no duran por siempre” aclaratoria acerca de un subnick en el messenger
Sentada en su mecedora, con la tarde bañándose en naranja y una fría brisa que ya avisa la venida de la noche, pasa las horas la señora de cabello plata, sin mayor compañía que la de sus memorias, que a su edad deben ser tan innumerables como difíciles de recordar. Ahí sentada, con la mirada parca, cansada, ya no se preocupa en huir del tiempo, en parte quizás porque está conciente de que el tiempo ya le está dando alcance y entonces qué más da insistir si nadie ha podido ganarle la carrera, si nadie ha sobrevivido a los embates de su constancia.
Una bien conservada cajita de música, bailarina incluida, reposa sobre su falda, en ella la foto sepia de una hermosa mujer y una carta que recién acaba de releer. Encima de estas, cruzadas, descansan sus blancas y huesudas manos. Las gotas que manchan el papel son lo único nuevo y ya están muertas. Nacieron en sus ojos, quizás hace tres minutos, vivieron corriendo por sus mejillas para finalmente fallecer entre aquellas letras, muy cerca de la única parte que sus manos dejan leer bien de la carta y que dice: “…para siempre…”
Sentada en su mecedora, con la noche salpicada de estrellas y una brisa que en momentos se atreve a silbar, toma un té que ella misma preparó hace breves instantes. Sus manos temblorosas llevan la taza hasta su boca, que al retirarla, deja tras de si una ligera sonrisa de placer.
La cajita de música está cerrada, dispuesta en una mesa junto a la mecedora, y aunque sus ojos están fijos en el largo camino que pasa justo frente a su casa, su pensamiento tiene la mirada puesta en la cajita. Otro sorbo de té. Hace un año ya, hace un año ya que te fuiste y aún recuerdo aquel día como si fuese hoy, ay como dolía, ay que falta que me haces, y yo pensé que ese día terminaría por acompañarte, terminaría por morir, como lloré por mí. Y colocando la taza junto a la cajita pensó: ¿y quién llorará por si mismo cuando yo muera?... al igual que la felicidad, los funerales no duran por siempre.
Sentada en su mecedora, con la mañana dócil vestida de rosado y una fría brisa que hace bailar su cabello plata con alegría sobre su ahora insensible rostro que conserva intacta su sonrisa, reposa la señora. Ya desde hace unas horas dejaron de pasar las horas para ella.